2011
Jose García
Marisa Gabaldón
ORDEN POR AUTORES
2013
Marisa Gabaldón
INTRODUCCIÓN
El interés que impulsa esta monografía está relacionado con la profundización en
los descubrimientos y comprensiones acerca de la espacialidad obtenidos con la práctica
de la Disciplina Morfológica. Durante su transcurso se accedió a experiencias de un nivel
atencional distinto al habitual, registros de conciencia de sí y una nueva forma de estar y
mirar hacia el mundo. Esta investigación surge de la necesidad de reforzar los trabajos
en esa dirección y fijar el camino.
Partimos de una experiencia que es al mismo tiempo búsqueda de una mirada
que, viéndose a si misma, puede ver otra Realidad que incluye y comunica los
espacios interno y externo. Esta búsqueda pasa por una reflexión sobre el espacio,
la espacialidad, la percepción y la representación, y las posibles traducciones de lo
que no es representable. De esta experiencia trataremos de dar cuenta, de modo
resumido, al final del presente trabajo.
Tomamos como hilo conductor una reflexión contenida en Psicología IV, de Silo,
acerca de aquello que caracteriza y diferencia a unas manifestaciones artísticas de
otras: “Los diferentes estilos artísticos, que responden a las condiciones epocales, no
son simplemente modas o modos de generar, captar e interpretar la obra artística, sino
maneras de “disponerse” para recibir y dar impactos sensoriales. Esta “disposición” es
la que modula la sensibilidad individual o colectiva y es, por tanto, el predialogal que
permite establecer la comunicación estética”.
Sostenemos que estas maneras de “disponerse” son operaciones de la conciencia
sobre la espacialidad y, aunque pudieran estudiarse en las distintas manifestaciones
del arte, nos hemos centrado en el campo de la pintura, ya que en ella nos resulta más
fácil rastrear y detectar aquellas operaciones en momentos históricos significativos.
También hemos apuntado, como estudio a desarrollar en el futuro, la influencia de la
representación cartográfica del espacio.
El Renacimiento, finales del siglo XIX y el siglo XX son momentos de gran
aceleración y cambios en la concepción del espacio, en la imagen del mundo y en los
modos de representarlo.
En el Quattrocento, emerge la Perspectiva como modo de conocimiento y
representación del espacio, que deja de ser finito y cerrado para abrirse sin límite. Se
rescata la cultura clásica, el platonismo y las ciencias de la forma, la Geometría, que
ayuda al arte en su búsqueda de la Belleza y la Realidad. El punto de vista del artista
se internaliza, siendo esta nueva profundidad concomitante con un trasfondo místico
en activa ebullición, repleto de inspiraciones y búsquedas en todos los campos.
La cartografía ha respondido desde antiguo a la necesidad de ordenar la
representación del espacio que nos rodea y, al mismo tiempo, ha actuado históricamente
como predialogal, filtrando y fijando la visión del mundo en cada época. También aquí
es observable la interacción de arte y ciencia.
En los siglos XIX y XX, los avances científicos y tecnológicos producen una
aceleración sin precedentes, que continúa en nuestros días. Cambia no solo la
concepción del espacio sino de la naturaleza misma de la materia y del universo. 4
Observamos aquí una correntada de estilos y movimientos que manifiestan una
gran multiplicidad de búsquedas e iniciativas. Se trata de movimientos internos, nuevos
emplazamientos en el espacio interior para dar respuesta a nuevos requerimientos del
mundo. Son respuestas y, al mismo tiempo, actos que construyen un activo proceso
de cambio en la percepción y en la representación.
Por otro lado, el crecimiento de los medios de comunicación y transmisión de
imágenes otorga al artista una influencia (y una responsabilidad) en un sistema en el
que el poder busca su permanencia a través de la manipulación de las imágenes.
Durante el transcurso de este trabajo nos hemos preguntado si las manifestaciones
artísticas, que reflejan y construyen los momentos históricos, responden a una
necesidad profunda del ser humano. Desde los albores de la especie, y mucho antes
de la aparición de la escritura, la expresión artística ha ido configurando esa suerte de
memoria externa, dirigida a comunicar y comunicarse y que se nos aparece ligada a la
naturaleza histórica y social de lo humano. Nos respondemos entonces que el arte es
una necesidad del ser humano, que forma parte de la esencia de este y no es ajeno,
en cuanto representación poética de la realidad, a sus búsquedas de sentido.
Finalmente, el trabajo concluirá con aquello que le dio origen, intentando
mencionar la experiencia tenida y la intuición de lo “Real” de este modo:
Una mirada que se proyecta, que marca una trayectoria, que conjuga lo que
percibimos con esa representación que albergamos en nuestro interior, dibujada en
base a experiencias, recuerdos, expectativas.
Una intersección progresiva de dos esferas en las que nada es puramente
objetivo ni nada estrictamente subjetivo. Algo híbrido entre lo real, lo inventado, lo
sentido y lo esperado.
Se registra un espacio nuevo que recoge las huellas del pasado, la constatación
del presente y la promesa de las transformaciones que están por llegar.
Buscando de nuevo un instante en el que se abra una “Exposición a lo Real”.
Ocurre, no obstante, que no siempre es posible percibir la unidad de ese espacio,
de esa estructura mundo interno/ mundo externo y los descubrimientos se vuelven
irreconocibles.
Esos espacios se han revelado unidos y conectados cuando la Mirada era
como un punto sin dimensión ante la grandiosidad y sencillez del espacio al que,
incomprensiblemente, envolvía.
La comunicación de los espacios……… una reciprocidad vital.